martes, 12 de enero de 2010

El regalo de cumpleaños.










Hace unos días nomás a raíz de las fiestas navideñas y de Reyes hemos recibido uno, dos o varios regalos por parte de aquellos que nos quieren.





Aquí va mi obsequio para cada uno de nuestros lectores.





Este cuento lo escribí el año pasado y ha sido publicado en una Antología de Cuentos llamada "Tatuajes del alma" en setiembre de 2009 por la editorial Creadores Argentinos. http://www.creadoresargentinos.com.ar/





Ahí va...










El regalo de cumpleaños.

Un día de verano, justo el día del cumpleaños de Martín, el tío Horacio decidió mandar un regalo enorme. Enorme, extravagante, inmenso.
Martín y mis hermanas se acomodaron de forma antagónica y egoísta alrededor del trofeo. Papá lo abrió con sutileza, sin piedad, dejando caer su sonrisa ante la sorpresa de los chicos. Sorpresa respirada con la astucia de chicos absortos y mudos y petrificados.
El papel era delgado, suave, vulnerable. Una mano habilidosa había dibujado en ese pedazo de hoja monos de colores, murciélagos acobardados ante el sol, golondrinas sin alas para escapar.
Martín y mis tres hermanitas y papá, no pudieron dejar de admirar el zoológico desplegado ante sus ojos. Y todavía faltaba lo mejor, lo que estaba adentro de ese matorral de fieras.
El cortaplumas brillante y afilado y quebradizo y lustroso comenzó a caminar por el papel, lo atravesó, lo enterneció hasta que la muerte vino por él.
El envoltorio crujió ante nosotros. Se oyó el crash emitido con un grito sin forma deslizándose en los pies de papá.
Y al fin apareció el objeto, el que al principio llamamos extravagante y enorme. De verdad era enorme y extravagante.
Deslumbró ante los ojos de Martín y de mis tres hermanitas y de papá: una locomotora de tamaño diez veces menor a una real. Hasta el silbato era verdadero. Sonaba tan fuerte que nos aturdió.
¡Qué susto y qué sorpresa al mismo tiempo! Uf, al fin estábamos cara a cara al misterio. Misterio de niños, de niños con inocencia que volaba, volaba subiendo y bajando la superficie del papel, papel de regalo con olor a picardía.

Martín subió al vehículo y empezó a dar vueltas por todo el lugar. El vehículo que rodaba y jugaba y naufragaba y quería más.
Su ruido, su humo, su olor, eran iguales al ruido, al humo y al olor que escupía la vieja locomotora que estaba en el museo del pueblo. La vieja locomotora en la que papá y el tío Horacio viajaron alguna vez. La locomotora que además de vieja estaba arrugada por el abandono.






Graciela Amalfi.

3 comentarios:

  1. Precioso y emotivo cuento, felicidades.

    Un beso

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  2. MUY DULCE, ME GUSTÓ, HACE COSITA EN EL CUORE.BESOS

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  3. hola graciela, en verdad te lo pido, sigue escribiendo porfabor. un fuerte abrazo. atte. jorge amalfi

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