domingo, 28 de marzo de 2010

Bruges en Rosario III















Me une a Rosario la sangre y la amistad, lo cual no es poco. A esta ciudad llegaron mis bisabuelos, vivieron mis abuelos y nació mi madre. Mi alma esta vinculada a esta ciudad a través de mi amistad con una de la Bruges, Bea.
Ella, el año pasado , embarazadísima de Cande retorno a su ciudad natal y encontró allí lo que vino a buscar a Buenos Aires, creo yo una maravillosa vida rica en felicidades en trabajos y rica también en inquietudes.
Los primeros tiempos después de su partida nos faltaba su presencia, estábamos felices con su destino, aunque silenciosamente esperábamos que apareciera por la puerta del bar o sin quererlo guardábamos un lugar en nuestro café de los martes.
Desde el momento de su partida decidimos ir a verla y las ganas crecieron cuando nació Cande. Tuvimos varios intentos fallidos, el primero en diciembre, el segundo en enero pero otro bebe llego el día anterior a nuestro viaje y tuvimos que suspender la partida.
Finalmente el 18 de marzo se nos dio, fue la fecha exacta. Dos días antes ya no puede dormir, me imaginaba el viaje, me imaginaba el encuentro, mis pensamientos armaban situaciones reales que me alejaban del sueño, y es así que al día siguiente parecía un zombie. Ese ansiado 18 partimos en la Feroza de Beli que nos llevaría los 300km que nos separan de Rosario. Pueden imaginar tres mujeres parloteando tres horas seguidas sin descanso?
Llegamos con abrazos, con ganas infinitas de ver su nueva vida, de conocer a su hija y con toda la chochera del mundo poder tenerla en brazos. A veces Cande nos miraba como diciendo quienes son estas tres locas que no paran de hablar?
Como excelente anfitriona , la dueña de casa nos había reservado una mesa para el almuerzo frente al rio, en un restaurante de la costa Rosarina. Charlamos y comimos, riendo a lo loco, sacando fotos, disfrutando a pleno nuestras horas.
Nuestros diálogos nos llevaron al Monumento a la Bandera, hermoso, imponente, también frente al rio Paraná. Sin parar de hablar, de caminar, de tratar de sacarle el jugo al tiempo de cinco meses y estrujar las horas de la reunión seguimos andando por bonitos lugares.
Exhaustas tomamos el ultimo café un poco tristes pero felices de habernos reencontrado con la firme decisión de otra vuelta.
La Feroza y su experimentada piloto nos regreso a Buenos Aires, agotadas de cansancio pero les aseguro que la fatiga no impidió que siguiéramos charlando las tres horas del retorno.
Fue maravilloso.
Ana

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